22.10.08

Tan sezill i complicat com aplicar el sentit comú

Eduquem correctament als nostres fills?

En la tasca de ser pares, constantment rebem consells de totes bandes, amics, familia, llibres, mitjans, tots volen aportar la seva experiència per tal de que els nostres fills tirin endavant de la millor manera possible.

Seria bo, però, parar-nos a pensar si tot plegat no n'estarem fent un gra massa. Cal que els nostres fills siguin els millors? Cal que tinguin el millor? No n'hi ha prou amb que siguin feliços?

Avui he trobar una entrevista a Carl Honoré escriptor canadenc que crec fa un retrat molt precís del problema que avui dia tenim amb l'educació dels nostres fills.

Aquest és un fragment de l'entrevista, si en voleu el text complert el trobareu a La Vanguardia:

Los adultos secuestramos la niñez de forma nunca vista a lo largo de la historia y, desde el instinto de intentar hacer lo mejor para nuestros hijos, hemos caído en el exceso, lo que provoca un efecto negativo, tragicómico. Porque aún queriendo lo mejor, la forma en que educamos a nuestros hijos les provoca problemas de salud mental, física...

(...) Aplicamos la cultura del perfeccionismo, que tiene que ver con la del consumo, la que nos vende la idea de que todo tiene que ser perfecto, la casa, el cuerpo, las vacaciones, nuestros hijos(...) La cultura del managemet contagia toda nuestra vida, y todo acaba reducido a objetivos y metas. Tenemos miedo, pero no somos capaces de darnos cuenta de que las incertidumbres y las dudas son ingredientes básicos de la tarea de educar a los hijos.

Muchos padres viven a través de sus hijos (...) Estamos demasiado involucrados en la vida de nuestros hijos. (...) desaparece la línea que divide el papel de cada uno. Cuando eso pasa, algo tan importante como la disciplina, las reglas, el saber decir "no", lo tiramos por la ventana. Los niños necesitan límites para sentirse seguros y también para desenvolverse en la sociedad y para relacionarse con los otros.
Los padres despreciamos lo pequeño, lo simple, lo barato, y los niños lo que más necesitan es nuestra presencia, atención, que estemos. (...) La mayor expresión del amor hacia nuestros hijos es estar con ellos. (...)
La paternidad es un viaje hacia el descubrimiento y como todos los viajes comporta incertidumbres, dudas, errores. La gente que acepta eso transforma la paternidad y la maternidad en una aventura muy rica, mucho más interesante eso que fabricar un producto. El resultado entonces son niños más completos y más sanos.

(...) Estamos en un cambio cultural muy amplio, que es el de la cultura del no envejecer nunca, la glorificación de la juventud, del "peterpanismo". Es bueno salir de esa idea de que el mero hecho de ser padres nos limita la vida, pero nos olvidamos o tiramos por la ventana la de que padres e hijos tienen papeles diferentes. Los profesores están en una especie de callejón sin salida.(...) Los padres siempre están vigilando el colegio con lupa, pendientes de que la maestra se equivoque. Siempre están como helicópteros sobrevolando el colegio, y eso a los chicos les hace daño, les perjudica y les preocupa. (...) El empeño en darles lo mejor, hacer de ellos los mejores, es lógico, pero les estamos negando algo muy importante, y es que aprendan a zafarse de situaciones complejas y difíciles, en las que no serán los mejores. Con nuestra actitud les impedimos a que aprendan a desenvolverse bien en la vida.


(...) En los últimos años de bachillerato tuve un profesor de Biología al que odiaba, pero tenía que seguir estudiando la asignatura para acabar el bachillerato. De esa experiencia aprendí muchas cosas, entre ellas a llevarme bien con alguien que no me gustaba. Si a nuestros hijos siempre les damos las circunstancias perfectas no les preparamos para el mundo real.

Lo académico y lo deportivo es más fácil y el saldo es más visible. La empatía, la generosidad, la solidaridad no las puedes poner en un currículum. Educar en esos valores es más difícil y costoso. Uno de los resultados de obsesionarse con la hiperactividad de los hijos es que refuerza el egoísmo y se ve al otro como un rival, como alguien que le puede quitar el puesto en la universidad, en el equipo de fútbol… Estamos creando consumidores egoístas y eso debemos cambiarlo. El mercado pide personas creativas, que sepan trabajar en equipo y nosotros estamos educando chicos que no saben hacer eso. El futuro está en la creatividad y ni nuestro sistema escolar ni nuestra sociedad los forma para ello, al contrario. Son chicos que siempre tienen la respuesta correcta, no saben crear, sólo aprenden la receta que les enseñamos. Hay que tirar la receta y darles espacio para ser creativos.


(...) Hemos perdido la confianza en ser padres. Cuando los niños nacen ya nos hemos leído 50 libros sobre la paternidad, hemos ido a clases, nos hemos empapado de artículos sobre ello. Este bombardeo de consejos, a veces contradictorios, hace que nuestra confianza sea mucho más vulnerable. (...) hemos perdido la capacidad de buscar la voz interior que todos llevamos dentro. Conocemos mejor a nuestros hijos que nadie, sin embargo los educamos como si nos hiciera falta leer un manual de instrucciones o mirando lo que hace el vecino.

(...) Con frecuencia los chicos hacen las actividades extra escolares que sus padres quieren o, en el caso de los adolescentes, para armar un currículum impecable.

(...) Hay una gran felicidad falsa, tanto entre adultos como entre niños, que es un producto del consumismo. Compramos un ipod nuevo o la última minifalda de Prada para ser felices, pero ¿eso genera felicidad? No. Es una felicidad artificial, poco profunda, no duradera. (...) Despreciamos lo sencillo, lo cómodo, lo simple, ese palito con el que nuestro hijo puede jugar durante horas. Nos sentimos mal si nuestro hijo no tiene un juguete electrónico de 85 euros, no sólo porque lo tiene el hijo del vecino, sino porque en la caja nos dice que es muy útil para su mayor desarrollo cognitivo. El mercado manipula nuestros miedos, nuestras angustias para vender más y más. ¿Qué pasará ahora cuando la gente deje de tener tanto dinero? Con un poco de suerte recuperaremos el palito y nos daremos cuenta de que eso sí tiene un efecto sobre el desarrollo cognitivo del niño.

(...) Cuando los niños no hablan de las actividades extraescolares, cuando tienen ojeras, problemas de salud, duermen mal o se duermen en el coche entre actividad y actividad, es que algo no va. Hay que poner límites a la presión social y tratar de ubicar la brújula personal de cada uno para que tu hijo haga lo que más le convenga a él y no al vecino o a tu compañera de oficina. Hay que aplicar el sentido común.

Ser padre es difícil, duro y agobiante. No es un sueño de vacaciones. El problema es que en lugar de pensar y aceptar que todo saldrá bien, invertimos en el lugar equivocado.

Carl Honoré, escriptor, La Vanguardia, 21 d'octubre de 2008.